El verano para mí es esencial. No es que lo prefiera al invierno, pero me siento más tranquila o relajada. Será porque siempre ha sido mi temporada de vacaciones. O mis recuerdos de niña en la playa con mis padres y mis hermanos. Recuerdos de días felices, de juegos, de espetos y tintos de verano. De risas, de comentarios, de primeros besos, de miradas con el chico que te gustaba...
El verano es sinónimo, para mí, de tiempo feliz. De imágenes a las que quiero volver continuamente, de retazos de lo que una niña fue y ya se ha convertido en mujer.
Marbella... Desde siempre, desde mi primer recuerdo, ha estado ahí. Con sus playas, sus noches frescas, sus buganvillas, su casco viejo, sus días de juego infantiles, sus noches de adolescente, las cenas con amigos, las miradas de mi novio...
He sido y soy feliz allí. Tengo una suerte inmensa, siempre lo digo. Algunos me dicen que esto nunca será eterno, que mis amigos me traicionarán un día, que mi familia no puede ser tan ideal... No lo sé. Es posible. O no. Pero de lo que estoy convencida es de que yo, hoy por hoy, soy feliz. Y en Marbella, un poquito más, si cabe.
Muak, corazones.
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