Sé que puede parecer extraño que un escort hable de hacer el amor con su pareja, también prostituta. Y, seguramente, lo sea. Pero es la verdad. En ese momento no había nada que pudiera diferenciarnos a una par de enamorados. También tenemos sentimientos, deseos y esperanzas. Por muy acostumbrados que estemos al sexo mercenario y monetizado, a muchos nos queda un resquicio, una puerta entreabierta y que nos hace vislumbrar una vida normalizada y tranquila. Una vida como la del resto de personas, con sus complicaciones y desengaños, pero también sin la preocupación de una enfermedad venérea o la necesidad de acostarse con quien no se desea ni se siente, aparentando todo lo contrario.
Cuando nos vimos en casa, ya solos nos abrazamos de nuevo. Nos quedamos un minutos así, estrechándonos uno contra otro, sintiéndonos juntos y aliviados. Luego, cuando nos separamos, nos miramos y un segundo más tarde, Vicky se me abalanzó y me besó con ansia.
—Mi niño… no sabes lo que te he echado de menos… —me susurró, volviéndome a besar al momento.
Yo abarqué con mis brazos toda su espalda y la estreché de nuevo contra mí. Con fuerza, con el deseo de quien quiere lo que está viviendo.
Vicky se quitó la ropa despacio, pero sin dejar de besarme. De hecho, nos tropezamos y conseguimos hasta sacarnos una sonrisa por la torpeza y la desincronización de nuestros movimientos. Pero el deseo de tenernos uno al otro era superior.
No tardamos apenas unos minutos en estar desnudos en la cama, alternando miradas y besos.
—Te quiero… —me susurró, viendo yo mi imagen reflejada en sus pupilas.
—Y yo a ti —contesté.
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