
En mi pasado, ese del que me escabullía, incluso de recordarlo, había hecho cosas como robar y grabar a algunos clientes. Recuerdo uno, un hombre bajito, de bigote encanecido, al que le quité la cartera y un reloj. El que entonces era mi chulo, Marcelo, un ser abyecto y ventajista, se quedó con el dinero y las tarjetas, que usó de inmediato en una tienda de ropa. Yo, igual de detestable e indecente, vendí al día siguiente el reloj a un perista. No se lo había dicho a Marcelo…
Cierro los ojos cuando recuerdo aquella fase de mi vida. Hundida en el barro de mi proxeneta, de las fiestas con droga ocasional, de sexo complejo y errático. Una etapa de la que salí porque vi lo negro que podía convertirse mi vida y de la que escapé gracias a un barman maduro, protector de chicas como yo, a las que veía cayendo sin remedio en una vorágine de excesos y mala vida. Un camarero viejo, de canas y cojones que, gracias a sus contactos con la policía, y la protección de los dueños del bar donde trabajaba, denunció a Marcelo por tráfico de drogas. Sus jefes, unos eslavos de aspecto criminal, pero que por alguna razón escondida nos trataron a varias como yo, de forma decente, le ampararon, y por supuesto, entre la policía y los porteros de aquel bar de copas, fue intocable. Quizá a la policía le convenía llevarse bien con aquellos tipos, seguramente con algún rastro ilegal, pero ajenos a la droga y a la prostitución. Se dijo que eran confidentes de la policía, e incluso, antiguos mercenarios. No lo sé, pero el hecho es que Marcelo desapareció y yo pude, si no rehacer mi vida, encauzarla de forma un poco más aceptable.
El pasado de Vicky es uno de los protagonistas de la continuación de "Futuro Imperfecto".