—Escúchame bien lo que te voy a decir mi amor. Si se trata de vivir esta experiencia por conseguir una libertad separada de ti, yo no lo quiero. Prefiero estar por siempre a ti atada, aunque estándolo, tú compartas este cuerpo. Si no es contigo a mi lado, no sería feliz sintiéndome entregada. —Y Silvia se puso en pie y encendiéndose un nuevo cigarrillo, comenzó un pequeño recorrido a pasos cortos, entre el balcón y nuestro comedor.
—Si deseas que lo haga, que lo busque y que lo atraiga, lo haré. Pero tomada siempre por tu mano, sintiéndome unida a ti, aunque sea únicamente por el resplandor cómplice en nuestras miradas. Por qué sí mi amor, para poder hacerlo yo te necesito cerca. A pesar de que en esos instantes agitándose dentro de mí, horadada por su carne y mi cuerpo temblando, no solo él se satisfaga. Si con sus besos y sus caricias, con su verga templando las paredes de mi vagina, me otorga el orgasmo, debes hacerlo conmigo al mismo tiempo estando tu dentro de ella, como si fueras tu quien me poseyera, descargando tu semen en su interior, mientras él con su simiente se viene donde el prefiera. —Y me puse yo a su lado para robarle un beso de su boca y el cigarrillo de sus dedos.
—Porque si decides entregarme, yo quiero que sea completa. Nunca por partes ni a pedazos, mucho menos escondida o apartada. Y tú eres mi complemento mi amor, quien me da seguridad y confianza con todo el amor que me has demostrado al querer que yo con… Con tu esposo Martha, le haga de nuevo un hombre feliz y seguro de sí mismo. —Ya fue Martha, que con sus ojitos de miel algo aguados por las palabras sinceras de Silvia, poniéndose en pie nos abrazó con fuerza y su actitud de mujer agradecida.
—Pero mi vida, así como quieres que yo lo haga con él, tú mi amor, harás lo mismo con Martha. Su esposo me quiere en sus brazos para amarme, pero yo estoy segura de que aún te ama preciosa. Y entonces te juro Martha, que solo me dejaré querer por él pero para que ustedes dos vuelvan a amarse. Y tú mi amor, –me dijo mi esposa acariciando mi mejilla derecha– solo vas a querer a esta mujer, será tuya pero al igual que yo, no por completo. Pues después de compartir debemos las dos asegurarnos de concluir con la persona que en verdad amamos… ¡Como tiene que ser! Le harás el amor con ganas, con las mismas mías al hacerlo con Hugo, con todas tus fuerzas para que sea Martha quien obtenga de ti varios orgasmos y sea feliz. Yo entre tanto a Hugo le enseñaré a romper los moralistas esquemas que le aprisionan en su interior. Así lograremos tú y yo, que ellos dos se brinden después a solas, la pasión y el deseo por el goce que cree Hugo, nunca poder darle a su mujer. —Martha besó de nuevo a Silvia, primero en la frente, luego en las dos mejillas y por último en su boca, aunque ya más casto, más sublime y enternecedor.